8 No es ciertamente la comida lo que nos acercará a Dios. Ni somos
menos porque no comamos, ni somos más porque comamos.
9 Pero tened cuidado que esa vuestra libertad no sirva de tropiezo a los
débiles.
10 En efecto, si alguien te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a
la mesa en un templo de ídolos, ¿no se creerá autorizado por su conciencia,
que es débil, a comer de lo sacrificado a los ídolos?
11 Y por tu conocimiento se pierde el débil: ¡el hermano por quien
murió Cristo!
12 Y pecando así contra vuestros hermanos, hiriendo su conciencia,
que es débil, pecáis contra Cristo.
13 Por tanto, si un alimento causa escándalo a mi hermano, nunca
comeré carne para no dar escándalo a mi hermano.